31 ago 2007

Electrificaciones rurales fallidas



Amantaní es una isla en el lado peruano del lago Titicaca donde se gastan pocas palabras; entre otras cosas porque cuesta pronunciarlas. La altura, casi 4000m, te sume en un jadeo constante y hasta reírse te obliga a tomar resuello cada vez.

En ella viven unas 2000 personas repartidas en unas 8 comunidades campesinas que sobreviven a base de arañar cereal a la tierra y dólares a los "turistas de la experiencia", como yo supongo, que acudimos buscando la belleza inigualable de sus atardeceres y conocer cómo viven y sobreviven gentes de modo tan diferente al nuestro.

Lo cierto es que merece la pena, si no les importa pasar al menos una noche sin agua corriente ni luz, compartir la casa de una familia que se las ingenia para mantener unas habitaciones de húespedes tremendamente confortables y limpias. El gobierno peruano asegura que ésta va a ser la única forma posible de alojarse en la isla y, sinceramente, ojalá siga siendo así, la construcción de un hotel probablemente destruiría un equilibrio que ya de por sí parece bastante precario y dificultaría las posibilidades de encuentro que supone esta forma de "turismo rural".


A pesar de las pocas palabras que se gastan en esta isla, le pregunté al "padre" de la familia donde dormí por las bombillas que colgaban de la pared sin uso aparente: no había luz.

La historia, bien triste, es uno de tantos ejemplos de todas aquellas cosas que se hablan en relación a la cooperación al desarrollo en general y la electrificación rural en particular y que si no se tienen en cuenta acaban en una instalación que no se usa: un fracaso.


Hace unos años (4 ó 5) el gobierno Fujimori pensó que era buena idea para potenciar el turismo en la zona electrificar la isla y donó al concejo un generador diésel y toda la instalación en media tensión. Es decir, la inversión corrió integramente a cargo del gobierno central del perú pero la operación y el mantenimiento (incluyendo el combustible, reparación de averías, etc.) recaían en la municipalidad de Amantaní que decidió cobrar una cuota a cada habitante por 2h de luz al día.

2 h de luz que son una maravilla comparadas con la alternativa de las velas o las pilas para linternas, que yo "sufrí", y que aparte de ser más peligrosas y dar peor calidad de iluminación, pueden llegar a ser más caras para la misma cantidad de energía gastada.

Además, puesto que la red telefónica también está disponible, el acceso a la energía eléctrica permitía contar con un ordenador y acceso a internet con las ventajas que ello supone especialmente para las familias dedicadas al turismo. Podían tener contacto directamente con sus "huéspedes" y ahorrarse la comisión del intermediario que no suele ser baja. Es decir, incrementar sus ingresos y entrar con paso firme en la espiral positiva del desarrollo.

Sin embargo, como les decía, cuando yo estuve allá no había luz. El método de las cuotas fijas no había resultado y al haber familias que no podían/querían pagar la municipalidad había acabado por agotar los fondos económicos para el generador y terminó por apagarlo.

En esa situación estuvo un año, hasta que algunos vecinos consiguieron que se volviera a encender, pero para entonces los filtros estaban sucios, el motor fuera de punto, el aceite caducado y el consumo se había cuadriplicado por lo que era definitivamente insostenible desde el punto de vista económico y se dejó de emplear.

El resultado, una instalación eléctrica prácticamente nueva estaba fuera de uso, la isla seguía sin electrificar y la inversión y recursos empleados en ese esfuerzo (detraídos seguramente de otros proyectos) se habían perdido sin llegar a ser amortizados.

Todo ello, constituye un caso ejemplo de fracaso en opción de electrificación rural. En la actualidad hay planes de extender la red hasta la isla por medio de un cable submarino antes de un año, pero eso no esconde el hecho de una inversión malograda.

No soy capaz de valorar si el fallo pudo radicar únicamente en la forma escogida de gestión económica. Si hubo o no un estudio socioeconómico previo que permitiera evaluar cuánto podría realmente pagar cada habitante, si debió incluirse un contador y pagar según consumo y no una cuota fija, etc. O quizá el error estuvo en la tecnología diésel y esta no era la más apropiada en este caso.

Aunque respecto a esto último, la tecnología apropiada y los proyectos dedicados a valorar de manera objetiva todos los aspectos que influyen en su "apropiedad", les confieso que me surgieron dudas muy razonables de que sea posible evaluar en campo todos los matices que sería necesario integrar en un modelo. Por ello quizá es indispensable acercarse de manera humilde a los proyectos de electrificación y permitir que sean los propios usuarios, una vez informados, quienes tomen parte en la definición de la instalación. El proceso participativo supone una salvaguarda frente al riesgo de instalar algo finalmente inservible.

En cuanto a las renovables, de menor coste de operación y mantenimiento, también me pregunto si no habrían resuelto mejor el problema. Al fin y al cabo, había casas con una placa fotovoltaica en el techo, ideal con el frío y la luz que hace allá.

El hecho es que, mientras llega la red, el atardecer seguirá siendo oscuro en Amantaní.